
Desde la visión determinantemente cruda de una Buenos Aires teñida por el desamor y lo marginal hasta el absurdo de la revolución libertadora de dioses adolescentes y Campos Chilenos, Arlt me llevó a un mundo en el que casi se roza con una atmósfera steampunk plagada de galvanoplastia y demás cuestiones cuyo final quizás (o quizás no tanto) sea la creación de la Rosa de Cobre. Aunque sólo parte del texto abarca el proyecto de Erdosain, no pude evitar sentirme atraído a ese tótem de modernidad en una obra publicada en el '29.
Ahora, todavía me queda pendiente la lectura de Los lanzallamas, así que mis palabras básicamente están limitadas por la (in)compresión de una parte del díptico del periodista con imponente raya al medio.
El secuestro de Ergueta, la figura despiadada y aguda del Astrólogo y el uso de nombres como El Rufián Melancólico o El Hombre que vio a la Partera, representan los elementos cuya particularidad más me transportaron a ese universo enrarecido lleno de prostitutas y revólveres. Primero porque el hecho del secuestro funciona como disparador para la elaboración del proyecto de transformación social que sumiría al mundo en un primitivismo casi poético, así enunciado por el Astrólogo, quizá el gran personaje de la obra; y luego por la presentación particular de los personajes, que yo considero empieza por nombrarlos de esta forma tan particular.
El Astrólogo, cuya devoción por sus fines lo lleva a si mismo a considerarse una mera herramienta de una causa superior, perfectamente reemplazable,se me constituye como el pilar (paradójicamente) irreemplazable del núcleo argumental del texto. En medio de todas las conspiraciones y charlas motivadas por los prostíbulos y dineros de los burros robados al farmacéutico, aparece la teología y el concepto de dios (si, con minúscula) que tan trabajado, pisoteado y reducido a una masa chiclosa nos presenta Arlt. La irreverencia hacia la fe y los aspectos clericales que pude percibir de la obra, así también como la necesidad primigenia de violencia y miedo que propone todo el discurso del Astrólogo ( y tal vez de Arlt mismo) de alguna manera disipan esos humos, que tan a menudo son clasificados como lechosos, creados por un lenguaje lleno de oscuridad poética cuyo efecto es tanto demoledor como encantador.