En la ciudad de Mar del Plata, más precisamente en la playa popular, más precisamente a unos 30 metros al sur del cartel de Quilmes, habita la persona más bronceada del mundo. Y digo habita porque la veo todos los días, a todas horas.
Es una mujer grande, pero no tan grande. Usa uno de esas bikinis sin tirita, para broncearse mejor, habitualmente roja. Se sienta en una reposera también roja, en la orilla, lejos del resto de la gente.
Casi siempre está con su marido, que sorprendentemente no está tan bronceado. El de él es un bronceado de vacaciones, casual.
Por otro lado, ella parece hecha de cuero, de helado de chocolate. Si te acercás, los pliegues de su piel tienen un color más clarito y te da la sensación que su cuerpo emite mucho calor. Su color de pelo, corte cobrizo, contrasta y parece bastante más claro que el color de su piel.
Cada tanto la pierdo de vista, aunque su reposera roja sigue en la orilla, como esperándola, como marca de su territorio. Cada tanto la veo charlando con otras personas mayores, también bronceadas, pero no tan bronceadas. Sospecho que acuden a ella buscando consejo.
Sus labios destacan, como si fueran dos gusanitos nadando en un kilo de mousse. Nunca la vi comer, ni tomar mate, ni tomar agua. Ni hablar de ponerse protector solar.
sábado, 27 de enero de 2024
la persona más bronceada del mundo
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