1.
jugué cien mil partidas
con mi viejo
con mis amigos
con mis novias
con quienes amé
con quienes apenas conocía
jugué cien mil partidas
en algunas perdí
en algunas gané
en la mayoría pensé
jugué cien mil partidas
si me apurás
no me acuerdo
ni lo que es un enroque
ni lo que es un enroque
ni lo que es un enroque
jugué cien mil partidas
las piezas
las chiquitas
las poderosas
si les pudiese preguntar
a cualquiera de ellas
tampoco se acordarían
de las cien mil partidas
los ataques infinitos
las trampas y las diagonales
ni lo que es un enroque
ni lo que es un enroque
ni lo que es un enroque
pero
ellas podrían decirnos
sin titubear
matemáticamente
el orden
la jerarquía
el tamaño
y la exacta disposición
de cada una de las otras piezas
jugué cien mil partidas
solo me acuerdo
de las personas con las que jugué
Poema inspirados en el siguiente fragmento:
“...Jugué con el Visir tantas veces que no podría ni contarlas, y puedo asegurar sin pudor que nunca pude ganarle. Ni una sola vez. Durante las partidas, que podían durar horas, el juego cobraba vida: podía sentir en los huesos la fuerza de sus ataques ininterrumpidos, como ráfagas de una tormenta de arena que te agarra en medio del camino.”
(Memorias del Ungido, ca. 1500 a.C., cap. 4)
2.
entonces vi al rey
abandonado a su suerte
y entendí de una vez
que no era más
que un tarro de sal
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