Y la conciencia de este momento, La Ausencia, es lo que nos da la determinación de plasmar lo incontenible en el mundo.
Algunos síntomas de esa sutil ausencia son: la falta de interés en la cantidad de monedas que uno tiene en la mano, una felicidad muda que se da cuando nos quedamos solos en una habitación y la insistencia en mirarle las pestañas a la gente. Sólo las pestañas.
Así, nos liberamos de todo lo que no importa, nos enfocamos en las pestañas y de las pestañas sacamos lo mejor (o peor) que hay dentro de nosotros mismos y también de las pestañas mismas.
Y nos metemos adentro nuestro, vemos los colores y las formas y dejamos de conceptual-izar y nombrar los objetos y las ideas, nos volvemos puro instinto, nos volvemos una fiera de colores difusos y zarpas de pinceles.
Y sólo en ese momento, es cuando somos completamente fieles a nosotros mismos. Cuando nos hicimos uno con La Ausencia, cuando la verdad nos mira a los ojos y nosotros sólo le devolvemos la mirada porque miramos sus pestañas, como queriéndole sacar los secretos.
Por eso, es importantísimo para vos, que estás pintando o dibujando o escribiendo o bailando o actuando o modelando, es que te amigues con tu propia Ausencia, que tiene diferentes colores, formas y nombres para cada uno.Y que le mires las pestañas, que son de todos los colores y las formas y los nombres posibles. Y que en esa Ausencia te pierdas. Y seas arte.