domingo, 8 de mayo de 2016

sobre meteorólogos y loops

Hoy estuve charlando y escribiendo con la abuela, y vivir con alguien con demencia senil te pone en evidencia ciertas cuestiones sobre la vida, que traspoladas a nosotros, "los sanos", resultan casi fantásticas.
La abuela siempre dice lo mismo. Me pide que me abrigue porque hace frío afuera (aunque haga 40 grados en pleno enero), me pregunta si me eximo en todas las materias del colegio, me dice que está peligroso y se confunde un buzo que tengo con una remera de Boca.
Pobre, pienso. Sin embargo, es una conducta que todos tenemos, en mayor o menor grado.
Repetimos conversaciones. Siempre.
Papá siempre dice las mismas cosas en los almuerzos de los domingos. Un vecino siempre saluda con el mismo chascarrillo. Siempre. Alguien nos contesta con un retruque, por enésima vez.
A mi, particularmente, cuando me pasa esto, me enojo. Me enojo por la falta de originalidad, aún siendo una contestación ingeniosa la que recibimos, si ya la hemos recibido antes. O quizás me enojo de pura impotencia, trasladando a la irreversible condición de la abuela.
Me enojo porque la gente no puede cambiar como piensa, porque se que papá siempre me va a decir que los meteorólogos son unos chantas cuando osa a aparecer alguno en televisión. Me enojo siempre que la portera del edificio me saluda con un seco "buen día", sólo si yo le hablo, naturalmente.
Pero lo que más me enoja, es que yo tampoco cambio. Por algo, llego siempre al punto de la conversación en la que mi viejo inventa una excusa para traer un meteorólogo para bastardearle el oficio, por algo la portera no me saluda.
Tardé en darme cuenta que loopeaba las conversaciones, pero con el único objeto de sentirme cómodo. Porque los retruques que se me ocurrían a mí, venían a mi mente en alguna repetición anterior de la conversación de los meteorólogos. Así, casi sin darme cuenta, me encontré buscando este tipo de situaciones, en las que yo fuera el que las controlara, en las que yo dijera el primer "buen día".
Aquel contraargumento de la teoría de los que corren al atardecer quizás se me ocurrió en una versión de 2005 de la conversación, en la que tenía menos pelo en el pecho y más en las sienes.
Ya a esta altura de la noche creo que la única conversación que tuve con mi viejo fue la de los meteorólogos, porque no puedo pensar en nada más cada vez que hablo con él. Y la portera nunca me va a hablar porque no la vi nunca, entonces tenemos siempre la primer conversación de dos personas, que empieza con un seco "buen día".
Fijate, si te ponés a pensar, con cada persona tenemos una conversación que va una y otra y otra vez. A fin de cuentas, es como si con alguien encontrás un tema para hablar y lo empezás a repetir hasta que eso se convierte en la única charla que tenés con esa persona, en todos los ámbitos.
Con Ivan converso siempre de los defectos ajenos, con Toto de la mística de lo cotidiano, con papá de meteorología, con Rodri de la poca bola que nos dan las mujeres, con la abuela del frío que hace afuera.
Repetimos conversaciones. Siempre.

martes, 3 de mayo de 2016

Un café a la noche,
un par de acordes y la casa en silencio
y el silencio en general
las hojas que hacen ruido en otoño
que tiñen de crepitares y ocre las veredas
una frazada y una sonrisa de un par de ojos
que nos miran atrincherados
desde una bufanda tejida a mano
rosa viejo
los domingos a la tarde y las calles sin gente
porque están todos tomando café
mejor
me dejan más hojas
todas ocre
todas crepitan
igual creo, que lo mejor es que junta a las personas
las acerca, haciendo que las bufandas se rocen
rosa viejo la bufanda
porque hace frío
el mismo frío que esta en las cosas en las que buscamos felicidad
El gato que camina en silencio por la casa también
se acerca, busca calor o café
pero no importa
porque el café me lo voy a tomar yo
Se lleva bien con el invierno
el café
y con la soledad
con las calles desiertas no se
sumemos todo
terminamos los dos tomando café en silencio
que está roto cada tanto por uno o dos acordes
y el gato encima nuestro
y afuera atardece
ah
tenés la bufanda puesta
rosa viejo