viernes, 8 de diciembre de 2017

caminos


Presenté este texto como descripción de una fotografía que presenté a un concurso, pero me gustó más el texto.






La calle propicia encuentro fugaces. La fenomenología del encuentro fugaz es una materia de casas de altos estudios:


Una persona va caminando por, no se, Luro. Y ve a otra persona caminando por la misma Luro pero en dirección opuesta. La primer persona, emocionada por el posible encuentro disminuye el paso y se pone las gafas de ver de lejos. Su ritmo cardíaco se acelera. Se arregla disimuladamente, no sea cosa que la otra persona vea que se está arreglando para cruzarla en la calle y mamma mía que desastre si se entera .
Achina los ojos, para ver si la persona realmente es la persona. Pero todavía está a unos 20 metros. Hace tiempo que no puede ver bien así que directamente va a asumir que es la persona y se aclara la garganta para saludar con un "hola, tanto tiempo" (¿o es mejor saludar desinteresadamente con un "que tal"?, no así no se va a dar cuenta lo que mucho que extrañé su forma de hablar, sus anécdotas sin remate y los matecitos amargos de las 7 en la vereda).
Se acerca. Estará a unos, no se, 6 metros. Todo se vuelve vertiginoso: no sabe dónde poner las manos, las cruza primero adelante, después en los bolsillos y atrás todo es muy forzado no entrés en pánico. Un metro, veinte centímetros. Tres centímetros. Esta tan cerca que casi puedo sentir el perfume su perfume. El instante que ambos pasan por el mismo plano de la realidad se hace eterno. Vuelven los recuerdos los olores las sensaciones y la piel de gallina cuando me hablabas al oído. Y así sin más, seguiste de largo. O hasta quizás no eras vos.





sábado, 16 de septiembre de 2017

indisociable como Miles de la noche
septiembre de espasmos yuxtapuestos desde y
hasta
tu panza tan sol, tan huequitos de los almohadones
reventame siempre que puedas las hamacas 
las luces
la cabeza

indisociable como tu cara de la almohada y de mi cara y de los ácaros
mentime sobre esas ciudades abandonadas
llenas de pasto recién cortado y bizcochitos 
                              tu risa tan precipitación, tan do sostenido menor
 mentime los ojos
                   reberverantes 
silenciosa la mezcla que hacemos


indisociable como tu cara de Miles y de la noche y de la almohada
manos quemadas por la quietud de la mañana 
              y por septiembres y por bizcochitos y por tu cara
la risa y el tira   afloje ficcionado 
           para después dejarnos caer pesados eternos inmoviles
sobre la almohada donde 
tu cara y mi cara y Miles y la noche se mezclan
sin hacer 

ni un ruidito

viernes, 26 de mayo de 2017

una sucesión de silencios
siembra incertidumbres tibias
que laten entre las costillas
mientras que el plomo canturrea adentro de nuestras cabezas
el mundo explota
de pajaritos de colores
todos azules
sin embargo, nos abstenemos
nos contenemos
nos estancamos
no gritamos los goles
no lloramos los desamores
no nos desinflamos de risa
de a poquito nos volvemos de papel
y yo y vos no nos llegamos a ver las caras
todo es una sucesión de silencios

miércoles, 12 de abril de 2017

zoy aztuto

Fui un par de veces al casino. Es un lugar cerrado, sin relojes y con ventanales grandes adornados con largas cortinas, en el que la gente parece caminar automatizada, sin mirar a los costados. Va de un lugar a otro del salón, movidos por una fuerza que evidentemente no son capaces de entender. Inundan la sala ruidos cacofónicos, diseñados especialmente para sumirnos en una letanía que se traduzca en una conducta. Se ven algunas personas en soledad, ensimismadas, acurrucadas sobre un asiento en el rincón más oscuro del salón. Algunas parecen metidas en un trance difícil de definir, mientras luces de colores le iluminan una cara sin expresión.
Después, grupos de pendejos alegres deambulan a otro ritmo. Te hacen acordar a las manadas de ñus africanos, usando una especie de inteligencia de manada; nunca individual. Tienen todos un rictus extraño pegado en la cara y están dispuestos a dejar toda la guita en el lugar sin pensarlo dos veces. Total, la vida es corta y más vale vivirla Siempre al Top.
La gente más grande es la que más pena da. Cuando se las ve ahí, no se puede evitar sentir que de alguna manera necesitan ayuda. <<¡No puede ser que la gente no tenga mejor opción en la vida que estar a estas horas en un lugar así!>>, se piensa casi de manera inevitable <<¿No tendrá familia que lo necesite?>>. Después de un rato ya se los olvida.
Los empleados, algunos en la barra y el resto haciendo tareas que no voy a intentar explicar, no parecen estar más contentos que los clientes. Cada tanto pasa uno de ellos limpiando compulsivamente ,sin molestarse siquiera en mirar a nadie a su alrededor.
Hay guardias de seguridad de todo tipo, titánicas figuras cuya tarea principal parece ser infundir el miedo en los clientes, como para dejar algún tipo de declaración. Lo único que se me ocurre pensar después de intercambiar miradas con alguno es "La puta madre, me están vigilando, más vale que no me mande ninguna cagada."
Después de un rato, uno entiende que es lo que se vende en este tipo de lugar. Se vende una ilusión. Una ilusión adornada por la barra y por las cortinas y por el ruido que llena la sala y por la prolijidad con la cual están pensadas las decoraciones del lugar. Por los tragos y las lucecitas de colores. Por los mismos clientes empilchados que recorren el lugar pretendiendo conseguir algo. A ese  Algo lo persiguen como el hamster en la rueda, desesperados. Cada tanto, ante un embate de la insultante fortuna, parecen desistir. Pero esto no los hace retirarse. No, no. Van hasta la barra a pedirse un traguito que les de la energía para seguirlo intentando. Toda la noche.
Ah, también podés leerte el texto cambiando la palabra casino por boliche.





martes, 21 de marzo de 2017

hoy, hoy me siento encerrado
entre edificios
como suelto entre dos elásticos azules
como la noche


si vieras que encerrado me siento
  si vieras que suelto que tengo el pantalón
   si vieras la verde  soledad
       no se, me siento choto

y el viento
tu sonrisa azul
  tu nariz que no se de que color es
porque no la veo

viernes, 20 de enero de 2017

carta cuyo destinatario tiene la inverosimil manía de no existir

Si este texto conociese la luz del día, no quiero que se interprete como un bouquet de palabras apiladas, romanticonas y empalagosas todas ellas.No pretendo bajo ningún punto de vista, el uso del mercantilizado sensiblerío que construye el esqueleto de muchos textos, muchos de los cuales alcanzaron una modesta popularidad.
Son en realidad, anhelos chiquitos de un tipo que tiene el pecho roto de soledad, embriagado hasta el desmayo de trivialidad en el contacto con otros seres humanos. No se engañe, querido lector; esto es el grito ahogado de un espíritu aplastado con un martillito de madera.


Mediante el siguiente acto solemnemente, inauguro esta carta. Quiero aclarar de movida que lo importante acá es a quién va destinada y no los artilugios y mañas del lenguaje que ciertamente voy a usar, los cuales suelen ser un mecanismo de adorno que hacen que vos, lector, te concentres en cómo digo las cosas y no realmente en lo que digo. Asi que, atenti.
Y el quid de la question es a quién va destinada . Es una persona que todavía no conozco; o que por lo menos no conozco en carácter de tal. Es la piba con la que escucho los Beatles a oscuras, callados y medio en pelotas, sin la necesidad de decirnos pavadas y dejándonos llevar por las pulsaciones cacofónicas de algún tema. Because,ponele.
También es la piba que me abraza mientras yo me quedo dormido, oyéndola hablar con nuestros amigos. Afuera anochece, alguien recita un poema cursi en el que el poeta (y quizás también quien lo convierte en sonido) compara las orejas de su amada con dos magdalenas rellenas de dulce de leche.

En una de esas tuvimos un comienzo igual de cursi que el del poema, en el que nos quedamos encerrados en un ascensor y nos pasamos seis horas hablando de cine mudo y de la vieja del quinto que tiene perros que cagan los pasillos y la baranda que se siente desde la planta baja.
Por ahi fuimos amigos un tiempo largo y después de una botella de malbec terminamos teniendo un sexo intimo y torpe, seguido por silencios ciegos y risas de borrachos y caricias afiladas. Después no necesitamos más del alcohol; y terminamos pasando tardes de invierno mirando el techo de la habitación de la piba, mínimo. Nos peleamos por quién se levanta a buscar el queso que está en la heladera, corriendo el terrible riesgo de congelarse las patas con el mosaico frío del piso.

Es la misma piba con la que entro a una habitación y de repente el zapato que está tirado en un rincón (solo, solísimo) nos parece la cosa más poética del mundo.
La piba esta tiene la manía egoísta de leerse mis libros y esconderlos en algún lugar como si fuera un botín de guerra, en perjuicio de mi costumbre exhibicionista de apilar los libros leídos, dispuestos jactanciosamente contra la pared de mi habitación también mínima.

Ahora soy el zapato.

Durante un buen tiempo, la inverosimil manía que tiene esta mujer por no existir, tuvo su génesis en una jugada defensiva del bocho que consiste en no dejarla existir. ¿Cómo? Hace años que no presto libros, no dejo zapatos solos en la habitación y si hay riesgo de que los hubiera cierro la puerta de la habitación y me llevo el picaporte en la mochila. Cada cual tiene un trip en el bocho, canta siempre Charly.

[Más vale cien pájaros volando que uno en mano]

La genesis de esta movida defensiva, o enroque emocional, fue alimentada por una idea que adopté por un breve y terrible momento, que pregona una vida vida hay una sola, y que más vale vivirla al máximo siempre al top. Ahora creo concienzudamente que es una propaganda cuyo único propósito es vendernos tragos de colores decorados con una sombrillita para que no nos sintamos tan miserables en la oscuridad de un boliche, medio roñoso y medio fashion. Oscuridad quebrada unicamente por el brillo azul o blanco o verde de las pantallitas de los celulares de las personas.(solas, solísimas)

/en la oscuridad con sus trago coloridos y ensombrillados/

A esta altura del proceso de escribir ya contradigo el paradigma fundamental que enuncié en el primer párrafo, y al releer lo anterior es, de hecho, diametralmente opuesto a lo que pregoné en primer lugar. Porque me tratas tan bien, porqué me tratas tan mal [...] dificil que lleguemos a ponernos de acuerdo.

Bueno, habiendo ya establecido para quién va esta carta, el mensaje, por una cuestión de respeto al orden y a las buenas costumbres y al protocolo epistolar, debiera seguir. Y el mensaje no es sino una petición, simple y concisa. Después no jodo más.
Abrazame guacha, dejame dormirme mientras vos charlas y mientras tus lobulos esponjosos cual muffins marmolados beso, casi como buscando dulce de leche.

Abrazame que me duermo.






lunes, 5 de diciembre de 2016

mf3

todavía tengo arena en las zapatillas
que destrocé yendo a verte
                      o a ver algunas fotos escondidas en algún armario travesti
que no llegamos a terminar de ver porque nos quedamos mintiendonos
en la cara
como hicimos siempre 
                                con los ojos y las zapatillas llenas de arena podrida
y los pies y los callos adentro de la arena, sepultados/como mis huevos

por ahí mirás para otro lado y aprovecho y te miro los rulos rojos 
prendidos fuego rojo de magia pero 
                                  me quedé duro
/como rulo de estatua/
mirando el mar y tus rulos de fondo
                                                                  o al revés
y las palomas o albatros o chinos con alas que vuelan 
                          igual que
                                         las mentiras que nos decimos

pero cuando te das vuelta

ah los ojos 
                    ah me quema más que el pelo de fuego
ah ese verde