jueves, 14 de julio de 2016

Tres pm

A M.B: 


No se como escribir que estoy enamorado de la risa de una piba sin ser asquerosamente cursi.
También pasa que no es un enamoramiento de esos en los que hay unicornios, tortas glaseadas y mucho Rosa. Está más bien compuesto de madera, piedra y silencio.
La risa de la piba. Fuerte, clara. Cada vez que pega una carcajada (pega carcajadas, obvio) mostrando todos los dientes y tirando un poco la cabeza para atrás, veo árboles.
Aparezco en un bosque en el que hay olor a pasto mojado y las hojitas crepitan en todos lados. Capaz que andan cuices por ahí.
Miro para arriba y después para los costados. Hace frío, y sube un vaho cada vez que exhalo. Las ramas fragmentan el cielo en mil pedacitos irregulares, como un espejo roto. Ella no está, pero se la sigue escuchando mientras su risa rebota entre los árboles.
Después de que el eco se apaga, vuelvo a estar en una sillita mínima y la piba vuelve a aparecer sentada en la otra punta de la habitación, enderezando de a poco la cabeza, como empujada por el viento.

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