miércoles, 8 de octubre de 2014

Un fauno y el viento

A veces es difícil expresarse con tantas voces y tantas plastilinas de colores dando vueltas en la cabeza. Cortázar decía algo como que las palabras no alcanzan para decir cuando lo que se quiere decir desborda el alma, o algo así. Y despúes está eso de las fotografías que valen como mil palabras, pero como lo que uno quiere decir viene acompañada de una desmesura pocas veces vista creo que ni diez fotografías alcanzan para decirlo. Diez, porque decir mil fotos equivale a mil al cuadrado de palabras y no se si tantas sirven de algo. Los teólogos por ahí te dicen otra cosa. Yo no. Por eso es que me gusta tanto el teatro.
  Te quedás sentado en una silla y, pum. Mil voces y mil relámpagos te salen de adentro para decir todo lo que te callaste. Y no te queda otra que llorar, dejar que relámpagos y las voces que dicen las mil cosas contenidas en una de las fotos del párrafo anterior se conviertan en agua y sal. Y ni una palabra, puros relámpagos.
  Y entonces todo se vuelve un cachito más claro, la vida, la carne y todo lo que vivís se convierte en la plastilína que estaba antes en tu cabeza y ahora la usas moldear el mundo. Y de repente sos chiquito, hay faunos, hay lagartijas y la poesía redunda hasta en un biombo o en el viento.
Todo es un poco más fácil.

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